Publicado el mayo 20, 2024

La dosis de riego precisa no es una fórmula, es un arbitraje constante entre la demanda del cultivo, la capacidad del suelo y los datos de los sensores.

  • El cálculo de milímetros a horas de riego es solo el punto de partida; la textura del suelo determina la estrategia de aplicación (riegos cortos o largos).
  • El exceso de riego es un asesino silencioso que provoca asfixia radicular, lixiviación de nutrientes y un aumento de costes en fungicidas.

Recomendación: Deje de regar por calendario y empiece a tomar decisiones basadas en la interpretación diaria de los datos de evapotranspiración y humedad para convertir el agua en rentabilidad.

Para el agricultor profesional en España, el riego ha dejado de ser una simple tarea para convertirse en una ciencia de alta precisión. Ya dispone de un sistema eficiente y de herramientas de monitorización, pero a menudo persiste la duda final, la que separa una buena cosecha de una excepcional: ¿cuántas horas, exactamente, debe funcionar la bomba? La respuesta no está en una intuición o en una costumbre, sino en la capacidad de actuar como un controlador aéreo del agua, integrando múltiples fuentes de datos para tomar una decisión final, quirúrgica y rentable.

Muchos se aferran a la fórmula básica de la evapotranspiración (ETo) o a las recomendaciones generales para su tipo de suelo. Creen que con eso basta. Sin embargo, estas prácticas, aunque correctas, son solo una parte del puzle. Ignoran la dinámica real del agua en el perfil del suelo, los costes ocultos del más mínimo exceso y las oportunidades que ofrecen técnicas avanzadas como el riego por pulsos. El verdadero salto cualitativo no está en recoger más datos, sino en saber interpretarlos para realizar el arbitraje hídrico correcto en cada momento.

Este artículo no es otro manual sobre cómo calcular la ETc. Es una guía de decisión. Vamos a desmontar el proceso para que pueda pasar de tener información a tener el control. Analizaremos cómo traducir las necesidades teóricas de su cultivo a horas de funcionamiento de su sistema, cómo la firma hídrica de su suelo dicta la estrategia de aplicación y por qué vigilar el exceso es tan crucial como evitar la sequía. Dominar esta ciencia es el acto final de la optimización agrícola, la diferencia entre simplemente regar y nutrir con precisión milimétrica.

A lo largo de este análisis, desglosaremos cada variable clave que interviene en la decisión final del riego. Veremos las fórmulas, las estrategias según el terreno y las herramientas de monitorización más avanzadas para que pueda construir su propio sistema de decisión infalible.

La «sed» de tu cultivo: cómo calcular cuánta agua necesitas realmente regar cada semana

Antes de abrir una válvula, el primer paso es cuantificar la demanda. ¿Cuánta agua «bebe» su cultivo cada día? La respuesta se encuentra en el concepto de Evapotranspiración del Cultivo (ETc), que representa la suma del agua transpirada por la planta y la evaporada desde la superficie del suelo. Es la cifra que nos indica cuántos milímetros de agua debemos reponer. La fórmula es universalmente conocida: ETc = ETo x Kc. Aquí, la ETo (Evapotranspiración de Referencia) es un dato climático que obtenemos de estaciones meteorológicas, como las de la red SIAR en España, y que indica la demanda atmosférica.

El factor clave, el que personaliza el cálculo para su finca, es el Coeficiente de Cultivo (Kc). Este valor, que varía a lo largo del ciclo del cultivo, ajusta la demanda climática general a las necesidades específicas de su plantación. No tiene la misma «sed» un olivo en pleno desarrollo de la aceituna que en post-recolección. Por ello, es fundamental utilizar los coeficientes correctos para cada estado fenológico.

Por ejemplo, según los coeficientes oficiales del SIAR, un olivar puede tener un Kc de 0,45 en invierno y subir a 0,65 en verano, mientras que un almendro en plena producción puede alcanzar un Kc de 0,90. Equivocarse en este coeficiente es el primer paso para regar de más o de menos. Esta primera fase de «contabilidad de milímetros» es la base sobre la que se construye toda la programación del riego.

Una vez calculada la ETc diaria en milímetros, el siguiente paso es convertir esa lámina de agua en un volumen concreto por planta, considerando su marco de plantación. Por ejemplo, 1 mm de ETc equivale a 1 litro por metro cuadrado. Si su marco es de 6×4 metros, cada planta ocupa 24 m², por lo que necesitará 24 litros por cada milímetro de ETc. Este cálculo es el puente entre la agrometeorología y la gestión hidráulica de su finca.

De milímetros a horas de riego: la fórmula matemática que todo regante debe dominar

Una vez que hemos cuantificado la demanda en litros por planta y día, llega la pregunta operativa: ¿cuánto tiempo debe estar funcionando el sistema? Aquí es donde la teoría se convierte en práctica. La conversión depende de una variable fundamental de su instalación: el caudal de sus emisores (goteros, microaspersores) y el número de ellos por planta. La fórmula es directa: Tiempo de Riego (horas) = Litros necesarios por planta / (Caudal por emisor en l/h x Nº de emisores por planta).

No basta con conocer el caudal nominal del gotero. Es vital considerar la uniformidad del sistema (CU). Un sistema con una uniformidad del 90% significa que el 10% del agua no llega donde debería. Para compensarlo, el tiempo de riego calculado debe dividirse por este factor (ej. Tiempo real = Tiempo calculado / 0,90). Ignorar la uniformidad real es una fuente común de estrés hídrico en las zonas peor regadas de la parcela.

Para ilustrarlo, tomemos un caso práctico. Un ejemplo publicado por expertos en manejo eficiente del riego detalla el cálculo para un olivar superintensivo en Jaén. Con una ETc de 5 mm/día en julio y un marco de plantación que asigna 35 m² por árbol, la necesidad es de 175 litros por árbol y día. Si el árbol dispone de 8 goteros de 2,2 l/h, el caudal total es de 17,6 l/h. La operación (175 litros / 17,6 l/h) da como resultado un tiempo de riego de casi 10 horas diarias. Este dato, sin embargo, no es el final del camino, sino el punto de partida para la estrategia de aplicación.

Es importante recordar que este tiempo total no tiene por qué aplicarse de una sola vez. De hecho, como veremos más adelante, fraccionarlo en varios pulsos a lo largo del día puede mejorar drásticamente la eficiencia, especialmente en ciertos tipos de suelo. Este cálculo es, por tanto, el pilar cuantitativo de su decisión, el «cuánto» que luego afinaremos con el «cómo».

El mapa de tu bulbo húmedo: cómo el tipo de suelo define tu estrategia de riegos cortos o largos

Con el tiempo total de riego calculado, la siguiente decisión estratégica es cómo aplicarlo. ¿Un riego largo y espaciado o varios riegos cortos y frecuentes? La respuesta no está en el cultivo, sino en el suelo. Cada tipo de suelo tiene una «firma hídrica» que determina la forma del bulbo húmedo, la zona de tierra mojada que se forma bajo el gotero. Entender su forma es clave para asegurar que el agua llegue a las raíces y no se pierda por percolación profunda o escorrentía superficial.

Un suelo arenoso, como los de la costa de Huelva, tiene una alta infiltración vertical y baja retención. El agua baja rápido, creando un bulbo estrecho y profundo. En este caso, un riego largo es un error: el agua atravesará la zona radicular antes de que la planta pueda aprovecharla, llevándose consigo valiosos fertilizantes. La estrategia correcta aquí son riegos cortos y frecuentes para mantener la humedad justo en la zona de interés.

En el otro extremo, un suelo arcilloso, típico de la campiña de Córdoba, tiene una baja velocidad de infiltración. El agua tiende a expandirse horizontalmente, creando un bulbo ancho y superficial. Un riego corto y frecuente aquí sería ineficaz y peligroso, ya que podría provocar encharcamiento superficial y asfixia radicular. La estrategia adecuada es aplicar riegos largos y más espaciados en el tiempo, dando margen al suelo para que «respire» y distribuya la humedad.

Comparación visual del bulbo húmedo en diferentes tipos de suelo agrícola

El suelo franco, como los de las vegas del Guadalquivir, representa un equilibrio ideal, con un bulbo bien proporcionado que permite una mayor flexibilidad. La siguiente tabla, basada en estrategias comunes en España, resume este concepto:

Estrategias de riego según tipo de suelo en España
Tipo de Suelo Bulbo Húmedo Frecuencia Duración Zona Típica
Arenoso Estrecho y profundo Diaria Corta (30-45 min) Costa de Huelva
Franco Equilibrado Cada 2-3 días Media (1-2 h) Vegas del Guadalquivir
Arcilloso Ancho y superficial Semanal Larga (3-4 h) Campiña de Córdoba

El truco del riego intermitente: cómo los pulsos pueden ahorrar agua en suelos arenosos

En suelos con una alta tasa de infiltración, como los arenosos, el riego por pulsos no es un truco, es una necesidad estratégica. Esta técnica consiste en fraccionar el tiempo total de riego diario en varios ciclos cortos (pulsos), separados por pausas. El objetivo es simple pero poderoso: dar tiempo al suelo para que redistribuya horizontalmente el agua que acaba de recibir, ensanchando el bulbo húmedo y manteniéndolo en la zona radicular, en lugar de dejar que percole verticalmente hacia capas más profundas e inútiles para el cultivo.

Al aplicar el agua más lentamente de lo que el suelo es capaz de infiltrar, se combate la física del terreno. Esto no solo mejora la eficiencia de aplicación del agua, sino que también optimiza la absorción de nutrientes, reduce la lixiviación y crea un entorno radicular mucho más homogéneo y favorable. De hecho, está demostrado que el riego por goteo, especialmente cuando se gestiona por pulsos en condiciones adecuadas, puede lograr una reducción significativa en el consumo de agua, que algunos estudios sitúan en hasta un 30% en comparación con métodos menos eficientes.

La implementación de una estrategia de pulsos requiere una programación cuidadosa del controlador de riego. No se trata de dividir el tiempo aleatoriamente, sino de establecer un protocolo ajustado al suelo y al cultivo. La clave es que la pausa entre pulsos sea lo suficientemente larga para permitir la redistribución del agua, pero no tanto como para que la planta comience a sufrir estrés.

Plan de acción: Protocolo de riego por pulsos para tomate en Almería

  1. Fraccionamiento del tiempo: Dividir el tiempo total de riego diario (p. ej., 60 minutos) en 4 pulsos de 15 minutos cada uno.
  2. Definición de pausas: Aplicar pausas de 30 a 45 minutos entre cada pulso para permitir la redistribución capilar del agua.
  3. Programación horaria: Iniciar el primer pulso al amanecer para maximizar la eficiencia y reducir la evaporación directa.
  4. Ajuste por textura: Aumentar el número de pulsos (y reducir su duración) en suelos extremadamente arenosos para maximizar el efecto.
  5. Validación con sensores: Monitorizar la humedad a una profundidad de 20-30 cm para verificar que el agua se mantiene en la zona radicular activa sin percolar en exceso.

Esta técnica transforma una debilidad del suelo (alta percolación) en una ventaja gestionable, permitiendo un control casi milimétrico de la humedad en el perfil radicular. Es un claro ejemplo de cómo una decisión de programación puede tener un impacto agronómico y económico directo.

El asesino silencioso: por qué el exceso de riego es a menudo más peligroso que la sequía

En la agricultura española, obsesionada con la sequía, a menudo se subestima al enemigo contrario: el exceso de agua. La mentalidad de «más vale que sobre a que falte» es una de las causas más comunes de problemas agronómicos y pérdidas económicas. El exceso de riego es un asesino silencioso que no solo desperdicia un recurso escaso, sino que daña activamente tanto al suelo como al cultivo. El primer efecto es la asfixia radicular: un suelo saturado de agua carece del oxígeno necesario para que las raíces respiren, lo que debilita la planta, reduce su capacidad de absorción de nutrientes y la hace vulnerable a enfermedades.

Los patógenos del suelo, especialmente hongos como *Phytophthora* o *Pythium*, prosperan en condiciones de anaerobiosis. Un riego excesivo es, literalmente, crearles el caldo de cultivo perfecto. Además, el agua que percola más allá de la zona radicular arrastra consigo nitratos y otros fertilizantes solubles (lixiviación), lo que supone una doble pérdida: se desperdicia el fertilizante aplicado y se contamina el acuífero.

Como bien señala un experto en la materia, el daño es incluso estructural. En palabras de Miguel Ángel Monge Redondo, especialista en evapotranspiración:

El exceso de riego destruye la estructura del suelo, compactándolo y reduciendo su capacidad de almacenar agua para el futuro, creando una dependencia crónica del riego.

– Miguel Ángel Monge Redondo, iAgua

Comparación de raíces sanas versus necrosadas por exceso de agua

Los costes económicos son directos y cuantificables, yendo mucho más allá de la factura del agua.

Estudio de caso: Costes ocultos del sobrerriego en cítricos valencianos

Un estudio realizado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) demostró el impacto económico real del riego excesivo. Según sus datos, el sobrerriego en cítricos puede incrementar los costes en 300€ por hectárea solo en tratamientos fungicidas adicionales contra *Phytophthora*. A esto se suman pérdidas estimadas de 200€/ha en fertilizantes lixiviados y un aumento innecesario del 15% en el consumo energético para el bombeo. En total, una mala decisión de riego puede costar más de 500€/ha al año, sin contar la posible merma de producción.

Las curvas que hablan: cómo leer las gráficas de tus sensores para tomar decisiones de riego perfectas

Si el cálculo de la ETc nos da el «qué» regar, los sensores de humedad en el suelo nos dicen el «cuándo» y validan si el «cuánto» fue correcto. Un agricultor que basa sus decisiones en sensores pasa de ser un programador a ser un piloto que reacciona a las condiciones en tiempo real. La gráfica de un sensor de humedad no es una simple línea; es el electrocardiograma del estado hídrico de su suelo, y saber leerlo es fundamental.

La curva típica muestra un descenso paulatino durante el día (consumo de la planta) y se estabiliza o sube ligeramente por la noche. Tras un riego, la curva sube bruscamente hasta alcanzar la Capacidad de Campo (CC), el punto de máxima retención de agua disponible. El objetivo del riego de precisión es mantener la humedad entre este punto y el Umbral de Riego (UR), que es el nivel por debajo del cual la planta comenzaría a sufrir estrés (típicamente, un 60-70% del agua disponible).

La pendiente de la curva de descenso revela la velocidad de consumo: una pendiente pronunciada indica un día de alta demanda (calor, viento) o un cultivo en su pico de necesidad. Una curva que se aplana demasiado rápido tras un riego puede indicar una mala infiltración o un suelo compactado. Interpretar estas tendencias permite ajustar la frecuencia y duración de los riegos con una precisión que ningún cálculo teórico puede igualar por sí solo.

Esta monitorización es la base para estrategias avanzadas como el Riego Deficitario Controlado (RDC), donde se induce un estrés hídrico controlado en fases específicas del cultivo para mejorar la calidad del fruto. Por ejemplo, en nectarinas de Lérida, se ha demostrado que reducir el riego guiado por sensores entre el cuajado y el envero no solo ahorra agua, sino que concentra los azúcares en la fruta. Un productor que aplicó esta técnica logró un aumento de 2 grados Brix y un precio de venta un 15% superior, con un ahorro de 1.500 m³/ha de agua.

La báscula de tu cultivo: cómo los lisímetros nos enseñan a regar con una precisión milimétrica

En la búsqueda de la máxima precisión, existe un «patrón oro» para medir la evapotranspiración real de un cultivo: el lisímetro de pesada. Un lisímetro es, en esencia, una báscula de alta precisión sobre la que se aísla un gran bloque de suelo con el cultivo creciendo en él. Al medir continuamente las variaciones de peso de este bloque, se puede determinar con exactitud milimétrica el agua que se pierde por evapotranspiración.

Mientras que el cálculo ETo x Kc es una estimación excelente, el lisímetro proporciona una medida directa e inequívoca. Es la herramienta que utilizan los centros de investigación para calibrar y validar los propios coeficientes de cultivo (Kc) que luego usamos en campo. La tecnología actual permite que centros como el IFAPA en Andalucía utilicen lisímetros con una precisión de ±0.05 mm en la medición de la ET. Esta exactitud es inalcanzable por otros medios.

Aunque instalar un lisímetro en cada parcela no es viable para la mayoría de agricultores por su coste y complejidad, su valor reside en los datos públicos que generan. Las redes de información agroclimática mantenidas por institutos de investigación autonómicos en España son una fuente de información de valor incalculable. Estos centros publican boletines periódicos con los datos de ETc medidos por lisímetros para los cultivos más representativos de su zona.

Consultar estos datos permite al agricultor comparar sus cálculos teóricos con la realidad medida, ajustar sus propios coeficientes Kc y, en definitiva, «calibrar» su estrategia de riego con la máxima referencia disponible. Es como tener un laboratorio de precisión trabajando para su finca.

Centros españoles con datos de lisímetros públicos
Centro Región Cultivos monitorizados Acceso datos
IFAPA Andalucía Olivar, cítricos, hortícolas Boletines semanales
IRTA Cataluña Frutales, viña, cereales Web pública
IVIA C. Valenciana Cítricos, caqui, aguacate App móvil
IMIDA Murcia Hortícolas, almendro Portal online

Puntos clave a recordar

  • La dosis de riego perfecta no es una cifra fija, sino un arbitraje dinámico entre la demanda del cultivo (ETc), la capacidad del suelo y los datos de los sensores.
  • El tipo de suelo dicta la estrategia: riegos cortos y frecuentes en arenosos para evitar percolación, y riegos largos y espaciados en arcillosos para evitar asfixia.
  • El exceso de riego es un coste oculto que aumenta las enfermedades, lixivia fertilizantes y daña la estructura del suelo a largo plazo. Monitorizar es prevenir.

Cada gota cuenta: el manual de estrategia para producir más con menos agua en la España de la sequía

En un país donde la agricultura de regadío es vital pero el agua es un recurso cada vez más escaso, la optimización del riego ya no es una opción, es una obligación para la supervivencia del sector. El objetivo ha cambiado: ya no se trata de «regar», sino de aplicar una nutrición hídrica de precisión. Cada una de las piezas que hemos analizado —el cálculo de la ETc, la interpretación del suelo, el uso de pulsos, la prevención del sobrerriego y la validación con sensores— forma parte de un sistema integrado de decisión.

El agricultor moderno debe abandonar por completo el riego por calendario o por simple observación visual. El verdadero control proviene de la integración de datos: usar la ETc como punto de partida, ajustar la estrategia de aplicación según la firma hídrica de su suelo y utilizar los sensores de humedad no solo como una alarma, sino como una herramienta de validación y ajuste fino diario. Este enfoque proactivo transforma el agua de un simple insumo a una inversión controlada.

Producir más con menos agua es posible, pero requiere un cambio de mentalidad. Requiere tratar el balance hídrico del suelo con el mismo rigor que la contabilidad de la explotación. Cada milímetro de agua cuenta, ya sea el que se aplica, el que consume la planta o el que se pierde por una mala decisión. Dominar este arbitraje hídrico es la habilidad definitiva del regante del siglo XXI, la que garantiza la rentabilidad y la sostenibilidad de su explotación frente a la incertidumbre climática.

Para implementar estas estrategias y adaptarlas a las condiciones específicas de su explotación, el siguiente paso lógico es realizar un diagnóstico completo de su sistema y protocolo de riego actual.

Escrito por Lucía Moreno, Lucía Moreno es una ingeniera técnica agrícola con 10 años de experiencia en la implementación de tecnologías de riego y agricultura de precisión en la horticultura intensiva de la región de Murcia. Es experta en la optimización del uso del agua y la fertirrigación en cultivos de alto valor.